Odio muchas cosas, bueno, en realidad no creo que nada me importe tanto como para sentir una sensación tan fuerte como el odio, excepto Nina de “24” (nunca antes le había gritado a la tele) pero finalmente recibió lo que se merecía, maldita perra.
Bueno después de cinco minutos de rememorar una de las muertes más festejadas de la televisión vuelvo a lo que no odio realmente, pero queda bastante contundente de esa manera: estoy hablando de Pedrito, Juancito, Fulanito y Menganito, “Los 4 Fantásticamente horrendos nombres para personajes de cuentos cortos”.
Cada vez que trato de poner una historia, por pedorra que sea, por escrito me encuentro con “los cuatro pecados literarios”, “los innombrables”, la desgracia de toda persona que tiene la zona de los nombres en el cerebro muerta a menos que pueda relacionarla con alguien conocido, característica de la que creo ser el único poseedor en la galaxia... bueno la galaxia es bastante grande, digamos, en este cuarto.
Siendo este foro visitado por contadas personas (aunque los dedos aumentan) el uso de nombres de personas que conozco queda limitado, porque aunque nunca escribo nada pensando en nadie (en realidad nunca escribo pensando y punto), dichas personas estarían en todo su derecho de darse por aludidas lo que gracias a mi amigo Freud se transforma en una cacería en busca de la metáfora oculta en la historia, la cual, a menos que sea obvia, y me refiero a obvia con carteles luminosos, es completamente inexistente.
Entonces se dan situaciones como la siguiente “cuando me pusiste en un cuarto con un montón de máquinas de picar carne pasivo agresivas celebrando una reunión de tupperware, ¿No estabas en realidad insinuando mi deseo reprimido de ser un miembro orgulloso de la clase media, pero de no sentirme totalmente aceptado ni en concordancia con algunas de sus frivolidades?” La respuesta es y va a ser siempre “¡NO!, en realidad puse un personaje con tu nombre en esa reunión porque cuando no tengo nada realmente pensado para escribir escribo lo primero que se me ocurre que no tenga mucho sentido y espero que sea gracioso, y no se me ocurrió otro nombre con el que coronar a ese infeliz personaje...no que vos seas infeliz...bueno, para que engañarnos”.
Esos análisis me hacen ver como una persona peligrosamente perspicaz, y no se engañen, me encantaría poder serlo, pero la realidad es que soy como Mister Magoo, La mayoría de mis logros han sido sobre-valoraciones de mis capacidades, ocasionadas en gran medida por mis enormes lentes.
Ahora llega la parte en la que propongo algo, como si en realidad tratara de cambiar las cosas que me molestan, lo cual todos los que me conocen saben que es casi enteramente una falacia; la propuesta es esta: Nuevos y más respetables nombres accesibles e impersonales para personajes de historias de escaso contenido metafórico. ¿Es eso mucho pedir?, y ya que estamos, dado que los mis personajes son usualmente pelotudos, ¿Podemos desprendernos del innecesario “ito” que parece estar atrás de cada nombre cual grupie en Woodstock? Lo único que precisamos es un nuevo nombre común, así que los que me apoyen pónganle a su retoño “rambghino” si es varon y “Ghilmitra” si es niña.
Juntos podemos despedirnos para siempre de “Los cuatro jinetes del Apocalipsis gramático”,
¡A procrear se ha dicho!
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