sábado, 26 de mayo de 2007

El instante preciso

Basado en hechos reales.

Un gran número de expertos y charlatanes están de acuerdo en que los eventos que narro a continuación son considerados mis últimos en el mundo de los cuerdos.

Un niño de 6 años es por lo general un niño inquieto, y yo no fui la excepción, así pues, cuando caí con hepatitis mis progenitores tuvieron que hacer un esfuerzo notable para mantenerme confinado a mis aposentos.
Una tarde, mi padre a la vuelta del trabajo llegó con un álbum de figuritas y un sobre, de la película Alladín, que yo no había visto por estar enfermo, pero con la que los medios estaban haciendo su agosto... en octubre.
Cada tarde un nuevo sobre y me iba perdiendo poco a poco en las tinieblas. Completar ese álbum había pasado a ser lo más importante, cada hoja completa significaba una nueva victoria y avisaba de un desafío más difícil.
Dos meses pasaron y me recuperé por completo, y casi al mismo tiempo las figuritas de Alladín desaparecieron de los comercios. Me faltaban 16. Pero no me desanimé, Había un local al que llevándole figuritas repetidas te las cambiaban por las faltantes. Así que mi padre marchó con un sobre lleno de figuritas y un papel donde estaban anotadas las que no había conseguido.
Cuando recibí el paquete supe que algo andaba mal, en la boca me estaba saludando la figurita número 31, figurita que poseía numerosas veces, y la 37 no aparecía por ningún lado. Había anotado mal el número.
Siendo una persona del interior y el local antes mencionado estar en la capital no era una opción volver. Descubrí que, sin embargo, mi vecino tenía la codiciada figurita. Pero no la iba a soltar tan fácilmente. Organizamos una tapadita monumental en la que cada cual apostaba todas sus figuritas, y el ganador se llevaba todo, al ganar el obtenía la 25 y si yo ganaba ELLA SERÍA MÍA.
Se tomó todo un día, Con interrupciones para tomar el café con leche, jugar a los autitos y ver los power ranger. Estuvo bastante reñida, pero por mi confinamiento carecía del entrenamiento adquirido en los recreos y salí derrotado.
El rectángulo vacío con el número 37 se traslucía por las hojas cerradas del álbum, burlándose de mi fracaso silenciosamente, golpeándome cada vez que pasaba rápidamente la sexta hoja. Así, en un acto que considero de una madurez anacrónica y con la supervisión de un adulto, quemé el maldito álbum, como símbolo ritual de poder sobre la adversidad.
Esa misma noche, mi padre que todavía no tenía auto, tratando de darme una sorpresa fue hasta el local y consiguió la 37.

Y así, señoras, señores y Haches fue como finalmente perdí la razón.

16 comentarios:

Alexis dijo...

Uhh, ahora entiendo todo, cómo uno puede terminar así :P
No me gustó el final, no me gustan los finales tristes, para eso ya tengo mi blog ;-D
Buena historia.
Saludos.

Piyuj dijo...

Yo siempre junte figuritas, y nunca complete nada, pero nunca me obsecione tampoco con eso, creo qeu era mas importante para mis padres traerme las figuritas que para mi que me las trajesen. Por otro lado nunca juge a la tapadita, no le veia la gracia. A la arrimadita con los tazos si, pero eso ya era otra cosa.

Saludos

Anónimo dijo...

Una gran historia... tiene el regustillo típico de Amazing Stories del ínclito Steven Spielberg, muy buena, en serio.

Sea como sea, el que un niño queme algo hasta hace poco adorado cual libro sagrado es todo un acto de madurez.

Entrada en la locura quizás, salto a la madurez sin duda.


Renton

chicosoquete dijo...

En realidad no es un final triste, es un final y punto.

Anónimo dijo...

Es el final de la infancia...


Renton

tan versátil como acústica dijo...

los hombres tienen chance de recuperar ese episodio con las figuritas del mundial.

chicosoquete dijo...

nunca!!

Anónimo dijo...

Y así, señoras, señores y Haches fue como finalmente perdí la razón.

Gracias en nombre de todas las Haches olvidadas... snif, snif, me ha llegado al corazón.


Mr. A.Cheh

Anónimo dijo...

Personalmente, cada vez que me encuentro agarrado bucalmente a los pechos de una mujer me retrotraigo a mi tiernísima infancia, a mi época de lactante...

Yo era un gran mamón... :D


Renton

chicosoquete dijo...

Yo vuelvo a mi adolescencia más avergonzante cuando me encuentro con cualquiera de mis viejos compañeros de clase.

tan versátil como acústica dijo...

yo evito encontrármelos.

chicosoquete dijo...

a mi me es imposible por mi ubicación geográfica y por la poca cantidad de ómnibuses.

Anónimo dijo...

Eres una víctima del Determinismo... condenado por el sistema de transportes metropolitano. :)

Suena como el argumento de un futuro best-seller sudamericano...


Renton

chicosoquete dijo...

Si, pero tengo que encontrar algo más, como una escuela de magos, o descubrir algún secreto "horripilante" sobre la iglesia católica

Anónimo dijo...

Chicosoquete:
o descubrir algún secreto "horripilante" sobre la iglesia católica

Te daré una pista... mira debajo de las sotanas...


Renton

Dayh dijo...

Yo... yo... nunca llegué a tener a Machamp en las figuritas de pokemón... es la única que me faltaba... y cuando jugando al pokemon rojo me cambian a un bicho por machoke casi lloro cuando evoluciona a machamp... snif... snif... cuantos recuerdos, continúo aferradas a esas figuritas, la madurez no me agarrará tan pronto como creen :P