Es esta. Es la última puerta. Puedo sentir el viento fresco que corre por el irregular espacio que separa el piso de el fondo de la puerta.
Michael Ende hablaba de un Templo de las mil puertas, un lugar en el que al entrar te encuentras en un cuarto en principio normal y pequeño donde tienes varias puertas, cada una diferente de la anterior, pueden diferir en forma, en tamaño, en material. Al atravesar una puerta el estilo del cuarto cambia y hace juego con la puerta por la que entraste. El templo tiene la capacidad de llevarte a cualquier lugar que quieras ir, pero debes tener un deseo auténtico (consciente o no) de a donde quieres llegar, de lo contrario uno se queda vagando en el por siempre, sin saber por que elegir una puerta u otra.
Explico esto porque hoy me dí cuenta que estoy frente a la última, de abrirla y traspasarla habré perdido todo contacto con la realidad.
La primera era de marco irregular, trapezoidal diría algún apasionado de la geometría, y verde eléctrico. La crucé al hacer todo lo posible por no abrir la puerta de mi casa cuando esta suena.
La segunda era de un material pegajoso y de consistencia gelatinosa, el pestillo tenía forma de banana, y se sentía como banana. Es más, estoy casi seguro de que era una banana, volvería a revisar pero fue hace muchas puertas. La crucé al caminar 10 cuadras más de las que debía para poder viajar sentado en el ómnibus sin tener que reservar.
Muchas puertas han pasado ya. Estas últimas semanas fui tentado a abrir la última. Es un semicirculo de dos metros de ancho y medio metro de alto lleno de luces de neón. Tiene una ventana con forma de tirabuzón. El vidrio es difuso, pero puedo observar el movimiento del exterior, por lo que deduzco es esencialmente un juego de damas gigante en el que cada persona es una pieza pero no sabe que lo es. Y comer una pieza es mucho más sangriento.
Todos los días se que voy a tener que saludar al sereno. Es un loco macanudo que trabaja de sereno en la Esso que hay a una cuadra de mi casa. Cuando empecé a viajar a Montevideo eramos las únicas personas despiertas a esa hora en un radio de como 3 cuadras por lo que el saludo diario se convirtió en la regla. Han pasado 5 años y la costumbre sigue. Esta semana me desperté pensando en tomar rutas alternativas a la parada para evitar el saludo. No es que no quiera saludarlo, sino que me molesta la inevitabilidad del mismo.
El día que rodee la Esso para no saludar al sereno, ese será el día que cruce la puerta.
Parece que uno llegó al otro lado, hizo dama y ahora está retirando la piel de una de sus víctimas para ponersela por arriba. La cosa se puso interesante.
8 comentarios:
ambos se saludan por seguridad: por si un día en la soledad de la calle aparece un ladrón el otro le pegue con un palo por la espalda, o por si a alguno (me imagino que al sereno) le llega el paro cardiaco.
No creo que nadie se lleve mal con el sereno, en especial la "gente de la noche". El asunto es que estamos en el rango de visión del otro mucho tiempo, por lo que no saludarlo sería una rudeza
sí, no sé porqué se generará esa rudeza. típicamente te pasa cuando compartís el ascensor demasiado.
En canelones sólo hay dos ascensores, el de la intendencia, y el de COMECA
ves? es por eso que te saludas con el sereno, porque no te podés hacer amigos en el ascensor. seguro que al sereno le pasa lo mismo.
El sereno es amigo de todos, incluso creo que fue la única persona fuera de la familia que recibió un regalo de navidad de parte nuestra. Y no creo que hayamos sido los únicos...Lo hacen trabajar hasta en navidad.
A veces es una suerte alegar soledad por trabajo. ¿Nunca tuviste un evento en el que te sentías tan afuera que te habría gustado poder alegar que lo pasabas solo porque no te quedaba opción? Capaz que ese fue el caso del sereno canelonense navideño.
En eso tenés razón. Nadie más ha comentado, parece la charla de los otros 3 lugares
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