Donde quiera que vaya ahí está, acechando, dispuesta a atacar.
Cada vez que llego a creer que no soy un ser ligado emocionalmente al consumo la víbora me devuelve a la triste realidad.
Sus ataques son sutiles, puede ser en forma de interferencia de la radio de policía justo en la parte más importante del programa que estoy viendo, puede ser que se haya agotado el producto al que tenía la mira puesta por mucho tiempo y que finalmente iba dispuesto a comprar, puede ser la rotura inexplicable y posiblemente irreparable de ciertos objetos, la razón por la que salgo apurado de reuniones de amigos para no perderme alguna pelotudez en la televisión, o incluso ahora mismo la tercera y cuarta lucecita del modem que no se prenden.
La víbora es la responsable de todos esos ataques. Pero no la culpable.
El único culpable soy yo por haberme creído mejor que la víbora, por tratar de ser una persona que no necesitara de ella para ser feliz. Ahora la víbora esta enojada.
Y para mi ya es demasiado tarde.
7 comentarios:
creo que en mi caso es una ardilla, y no sé como defender lo que dije salvo con que me gustan las nueces (y ni siquiera sé si lo de que las ardillas comen nueces es un mito de chip y dale), pero lo mantendré pues suena bien.
Conosco a alguien que se hace cargo de estas cuestiones
es posible que también lo mate a usted
pero seguro será para bien
a mi no me gusta arrastrarme por todos lados, la víbora me eligió a mi y no yo a ella.
Si se deshace de la víbora no me importa.
ah, bueno, sino puedo elegir al animal, siempre creí que el bicho que me iba a elegir era un perro muy malo que siempre me ladra en el basural de la esquina.
Probablemente piense que le querés robar la basura
yo creo que tiene hambre y me quiere morder un brazo.
no, yo no creo, los perros van al cuello. También podrías tratar de hacer las paces y llevarle alguna croqueta. No, en realidad no me parece una buena idea. Solo quería decir croqueta.
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