
Habíamos acordado que ella iba adelante en la camioneta y yo en la parte de atrás, no iba a cagarse de frío sólo por hacerme compañía.
La camioneta se volvía a las tres de la mañana, lo cual me daba unas dos horas de sueño que como todo animador en medio de un campamento debía aprovechar, estaba exhausto y me volvía porque al otro día tenía una clase en facultad a la que no podía faltar.
A las tres menos dos minutos vienen a buscarme, no había escuchado la alarma. Sin luz manoteo las cosas, y con el sobre al hombro marcho fuera de la cabaña. Este lugar es en Lavalleja, y tiene luz de generador, el que apagamos cuando mandamos a los gurises a dormir, así que solo tenía para guiarme las dos luces rojas de la camioneta, que estaban muy borrosas por cierto, porque todavía no tenía los lentes, y como estaba en el estado de recién despierto olvidé por completo que era un terreno muy accidentado y rodé por el piso dos veces. Me lastimé, pero no demasiado.
Llegué a la camioneta y me subí a la parte de atrás, me puse el sobre por arriba, y una campera gruesa que llevo a todos lados. El conductor me vió, y me dijo "¿te vas a poner eso nada más?" cuando vio que esa era mi intención, me trajo su campera y me dijo "quedate siempre cerca del motor".
La camioneta arrancó por las calles de tierra que rodeaban al campamento y yo fui feliz, las siluetas de los cerros, miles y miles de estrellas y una luna casi nueva que parecía que un niño se iba a sentar a pescar en ella. Agradecí ser el único espectador de tan bello espectáculo, ni siquiera hacía tanto frío. Entonces llegamos a las rutas de asfalto.
Frío, mucho frío, mucho más de lo que sentí en ningún otro momento, las dos camperas y el sobre de nylon no eran batalla para el viento que entraba con todas las fuerzas y me calaba los huesos. Amanecía, el momento más frío del día según dicen. La vista era espectacular, pero yo no podía pensar en nada más que el frío que sentía. Miraba a mi alrededor y no había nada más con lo que taparme, el motor no daba nada de calor a la distancia en la que estaba la caja, y yo ahí.
De vez en cuando el conductor se bajaba a mear, y me preguntaba como iba todo "todo bien" respondía, porque sabía que sino mi amiga se iba a sentir culpable y venir ella un rato, y no quería que pasara por eso.
Buscaba indicios de que estuviéramos cerca, pero no reconocía nada. A lo último cerraba muy fuerte los ojos para soportarlo, no duraría ni un segundo en una avalancha, de eso estoy seguro.
Llegamos, el hombre me dejó a una cuadra de mi casa. Caminando con mi amiga me contaba que ella también la pasó mal adelante, al parecer el conductor estuvo cabeceando todo el viaje, pero yo todavía estoy duro de frío y no la escucho. Entro a mi casa, derecho a la ducha, abro la caliente y me meto abajo, los primeros segundos no sentí las gotas.
Pero la vista fue inolvidable.