Desinformado

Estaba sentado en un banco de la plaza, actividad normal para los domingos primaverales a la tarde en esta pequeña ciudad. Claro que no era domingo, era martes, las siete y media de la mañana, cinco grados bajo cero de sensación térmica y estaba cayendo agua nieve.
Me habían despedido, si, después de veinte años de vender autos usados me echaron, así, ni siquiera me dejaron sacarme el disfraz de tanguero de la campaña “Siglo 21, cambalaches, chachilones y utilitarios”. Estaba sin trabajo, como tantos otros, y con mi edad era posible que no volviera a conseguir nada. Así que, aún con la lluvia calándome los huesos, paré a sentarme en un banco de la plaza para ordenar un poco mi cabeza antes de volver a casa. Corté una rosa del cantero para endulzar a la negra, y me puse a pensar en lo que iba a decir al llegar.
Me había quedado en blanco después de “hola cielo” cuando un señor de gabardina se sienta a mi lado. Deposita un maletín, y mirando para otro lado dice “habíamos dicho lila, no rosa, acá está lo que discutimos, la casa madre fue comprometida, el nuevo código es delta delta nabla delta, no llames, nosotros te contactaremos, suerte agente H”.
No había tenido tiempo para contestar cuando el sujeto se había ido, dejando atrás el maletín. Lo tomé, no se bien por qué y entré al café que quedaba en frente a la plaza. Me senté contra la ventana y pude ver que en el banco que había desocupado se había sentado otro sujeto vestido de tanguero con una lila en su mano.
No podía quitar los ojos del maletín, me preguntaba las maravillas que debía contener, joyas, dinero, pasaportes falsos, el verdadero final de el código da vinci donde aparece Jesús y crucifica al papa, mi mente se enredaba en conspiraciones y planes secretos de ricos y poderosos. Tenía que abrirlo, no podía creer mi suerte, ahí, descansando en la silla de al lado tenía mi segunda oportunidad.
No tenía las llaves, así que fui al baño y empecé a dar el maletín contra la pared. Finalmente se abrió y un montón de fotos cayeron. En algunas había una vieja desnuda con otro viejo, en otras un señor barrigón riéndose al lado de otro señor y en otras un señor con una gallina en las manos. Estaba furioso, retiré los forros del maletín a ver si había algo oculto, pero nada, solo esas míseras fotos. Me fui del café indignado.
Más tarde me contaron que la vieja desnuda era la directiva de una controvertida fábrica y el viejo el secretario de medio ambiente, el señor barrigón era un conocido mafioso que se reía con el presidente, y la gallina no era tal, sino que era el último do-do, y la persona sosteniéndolo era uno de los más conocidos defensores de los derechos de los animales. Estas noticias no solo pusieron al país patas para arriba, sino que hicieron al limpiador del café extremadamente rico y famoso al ceder los derechos de las fotografías.
Pensarán, “pobre tipo”, pero se equivocan, al parecer el mío fue el primer caso documentado de explosión espontánea de testículos, condición que no solo me ha hecho mundialmente famoso, digo famosa, todavía no me acostumbro. Decía no solo me ha hecho famosa sino que también bastante rica gracias a los dividendos de ciertas publicaciones médicas. Eso si, ahora nunca salgo sin leer el diario. Hay que poder reconocer a todo viejo que uno pueda encontrar en cueros.