martes, 11 de mayo de 2010

100 años de perdón

Se casó un martes trece, embarcada y lejos de su casa.

Un sobresalto provocado por el gato negro del novio que le cruzo por delante hizo que la novia tropezara y cayera sobre un espejo rompiéndolo en mil pedazos.
El altar estaba debajo de la escalera que subía hacia el piso superior del yate.
El chef de la boda había quemado los arrolladitos primavera, razón por la cual se activaron los rociadores de dentro del barco obligando a la novia a abrir un paraguas dentro de su camarote para evitar que se mojara su vestido rojo de novia. El paraguas lo sostuvo su novio, que la vio antes de la boda.

Esta novia nunca había oído hablar del programa de Mirtha Legrand, que como bien es sabido "da suerte" y la noche anterior con su torpeza tiro y derramó toda la sal del salero.

Cuando el cura, que se había olvidado de cruzar los dedos una vez que dijo una mentira, preguntó si alguien tenía alguna razón por la que esta boda no tenía que celebrarse el chamán malaleche (de la familia lejana del novio) degolló una gallina, arrancó la cabeza de un mordisco y la escupió sobre la sorprendida novia. Ah, y había matado un grillo una vez.

Getta Marconi, o "la yeta", como la recordamos en la actualidad, murió 45 centésimas después de que el cura los declarara marido y mujer por un extraño desperfecto del barco. Al parecer el horno microondas estaba mal calibrado, y lanzó un poderosísimo rayo de energía gestáltica que se reflejó en un fragmento de espejo que había quedado en un escalón de la escalera dando de lleno en el vestido rojo de Getta. Científicos afirman que de haber usado un vestido blanco y no llevar pelos de gato de color negro el rayo no habría provocado la vaporización instantánea de la recién estrenada señora.

Todavía hoy los eventos cotideanos que rodearon el casamiento y la muerte de Getta Marconi son considerados de "mala suerte". Actividades totalmente ordinarias como cruzarse con un gato negro o escupir la cabeza de una gallina sobre alguien. Lástima me da que la gente sea tan supersticiosa que haya dejado de escupir cabezas de gallinas. Pero bueno, allá ellos.

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